Nathan apuntó a nada en particular y disparó. El sonido de la bala al impactar contra uno de los cadáveres reverberó en la noche. El resto del grupo apenas se inmutó, y no le prestó atención al caído.
Uno de ellos, el que estaba al frente del numeroso grupo, extendió el brazo en dirección a Maggie y murmuró algo, que entre las astillas de sus dientes sonó como el silbido de una locomotora.
La chica cayó de rodillas, mientras la sangre le brotaba de los oídos y de la boca, y los ojos parecían salírsele de las órbitas. Sonidos guturales escapaban de su garganta, y las lágrimas comenzaron a escurrirse por sus mejillas.
Nathan, olvidándose de la cerilla, disparó, pero en el instante en que la figura se desplomó y el gorgoteo sibilante cesó, supo que ya era demasiado tarde.
Se arrodilló junto a la joven y le sujetó la cabeza. Maggie murmuró algunas palabras ininteligibles, mezcladas con un torbellino de babas y sangre. Los ojos comenzaron a bizquearle, y sintió que la sangre que brotaba de los oídos de la chica le manchaba las manos, caliente y espesa.
-¡Maggie!-gritó Nathan, sintiendo que los ojos se le llenaban de lágrimas-¡No puedes irte ahora! ¡Maggie, no!-le palmeó la mejilla, pero la chica ya había cerrado los ojos; unos ojos que nunca más volverían a ver la luz del Sol.
Dejó el cuerpo de la chica sobre la hierba húmeda, tras cerrarle los ojos y besarle ambos párpados, cerca del círculo de llamas que comenzaba a expandirse. Sabía que si dejaba el cuerpo a merced de los Malditos, se convertiría en uno de ellos. Y por nada del mundo pensaba que la chica sufriera más de lo que ya había sufrido. Se había arriesgado a venir hasta Silent Hill para salvarles la vida, y lo mínimo que podía hacer él ahora que había muerto era garantizarle el descanso eterno.
Las llamas lamieron, ávidas, el cadáver de Maggie, mientras ascendía al cielo un penetrante olor a carne quemada.
Una veintena de gritos de dolor, desgarradores y estridentes, llenaron la noche. Nathan cayó de rodillas en el suelo, tapándose los oídos, intentando evitar los gritos y medio asfixiado por el humo y el olor a carne quemada.
Los espectros ardían, aullando de rabia, mientras sus huesos calcinados se consumían y quedaban reducidos a cenizas. Una fuerte ráfaga de viento gélido, procedente del norte, esparció las cenizas al viento, haciendo también que las llamas aumentaran.
Los ángeles de mármol, las tumbas y hasta los cipreses desaparecieron entre las llamas.
Los ángeles sufrían en la oscuridad por la muerte de su cementerio, y Nathan se tapó los oídos para no oír el llanto silencioso de los espectros. En un último instante de lucidez, se abrazó a Derek y la besó los labios, sintiendo cómo las lágrimas de la chica resbalaban por sus propias mejillas.
-The End-
Salve, Templer Hochmeister!!
Por fin carnaza de la buena… urgle urgle, esas descripciones de destruccion y explosiones sanguinolentas son muy jervys! un poco de masacre zombie para animar la narracion, quién podría resistirse eh? Lo de los párrafos cortos y sintéticos es una gran idea, porque no fatigan la vista y hace sencillo proseguir la lectura… sigue asi!
Namu Hachiman
Salud, Señor de Oriente y Heredero del Temple:
Jaja, muchas gracias por comentar, y por decir lo que dices… Dios, cada vez se me suben más los colores.
Es el colofón final de la novela, aunque (entre nosotros, ya que sólo comentamos ambos) confieso que el final no era así para nada en el original, pero es que necesitaba una buena dosis de sangre ¡YA! Jajaja.
De nuevo gracias, siempre tuya:
Lady Nerón, Tempelriddaren.